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Una alianza internacional contra el uso del tóxico mercurio
«Es necesario afrontar el problema de las emisiones descontroladas. Estamos dejando un terrible legado porque el mercurio se acumula y puede viajar (a través de las corrientes de aire) miles de kilómetros», declaró el director del Programa de la ONU para el Medio Ambiente, Achim Steiner, en una conferencia de prensa que ofreció tras la aprobación del texto.
La convención es una combinación de medidas de obligatorio cumplimiento por parte de los gobiernos y otras de carácter voluntario, con las que se intenta atajar el acelerado incremento de las emisiones de mercurio a la atmósfera y, cada vez más, a mares y ríos, donde es absorbido por los peces y pasan así a la cadena alimenticia que culmina en el ser humano.
Según lo acordado, para 2020 quedará totalmente prohibida la producción, importación y exportación de pilas, interruptores, ciertos tipos de lámparas fluorescentes compactas, jabones y cosmético, así como de ciertos instrumentos médicos -principalmente termómetros y tensiómetros- que contienen mercurio. Las excepciones más notorias a esa regla son las vacunas, donde el mercurio sirve de preservante; y cuando esta sustancia es utilizada en prácticas tradicionales y religiosas, entre las que figuran la santería, el espiritismo y el hinduismo.
Sin una fecha específica, la convención establece que los países irán eliminando gradualmente el mercurio usado en las amalgamas dentales, un paso que fue saludado por organizaciones que trabajan para eliminar la presencia del mercurio de la medicina dental. «Esto es un reconocimiento de que hay amalgamas sin mercurio que están disponibles, son asequibles y efectivos», reaccionó la Alianza Mundial para una Odontología Libre de Mercurio.
Otra medida concreta indica que en 15 años quedará definitivamente prohibida la extracción de mercurio, al igual que su venta a otro país, con lo cual los países que poseen reservas de esta sustancia no podrán comercializarlas en el mercado internacional. Por el contrario, quedarán obligados a almacenar de manera segura esos desechos tóxicos. El mercurio provoca graves problemas para la salud, como daños permanentes en el cerebro, riñones y en el sistema digestivo, pero su impacto es todavía más agudo en fetos, bebés y niños, pues la toxina atraviesa la placenta y pasa por la leche materna.
Sin embargo, la convención no es considerada suficientemente fuerte en las dos actividades económicas que más emisiones de mercurio generan (las dos terceras partes entre ambas): la minería artesanal de oro y la combustión de carbón en plantas de generación eléctrica. El presidente de la conferencia negociadora, el diplomático uruguayo Fernando Lugris, reconoció que la convención carece de objetivos específicos de reducción de emisiones en esas áreas, pero destacó que el texto delinea diversas medidas que «realmente pueden tener un efecto positivo».
Varias asociaciones y organizaciones científicas lamentaron la ausencia de objetivos claros y el «débil lenguaje» cuando el texto aborda las emisiones de mercurio de la minería informal de oro -practicada en 70 países- y de las plantas termoeléctricas de carbón, convertida en una de las principales fuentes energéticas en Asia. «No se ha partido de la realidad científica, sino de la defensa de los intereses económicos. Una sustancia que puede trasladarse de un medio a otro, aumentando cada vez más su concentración, debería simplemente ser reducida y controlada suficientemente», opinó el director del Centro de Análisis y Acción sobre Tóxicos y sus Alternativas, el mexicano Fernando Bejarano.
La ceremonia de suscripción de la convención tendrá lugar en octubre próximo en la ciudad japonesa de Minamata, como tributo a las víctimas de la mayor intoxicación de mercurio de la historia (1956) y en el que murieron 1.700 personas y otras miles quedaron gravemente enfermas o con discapacidades permanentes. Para que entre en vigor, 50 países tendrán que suscribir y ratificar la convención, un proceso que sus impulsores consideran que debe completarse de aquí a tres o cuatro años.
Fuente: madri+d