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Alimentación ecológica, un presente excelente, y un futuro prometedor
Esther Oliver repasa en este reportaje el actual estado del mundo “bio” en España. Insiste en seguir apostando, dentro de la certificación ecológica, siempre que se pueda, por los productos de proximidad, artesanales, etc. Todas las cifras son esperanzadoras. El universo ecológico no para de crecer, pero hay que ser prudentes y saber qué camino queremos seguir. Hay lugar para todos, o puede haberlo.
FECHA DE PUBLICACIÓN: 03/01/2018, 13:22 H | (460) VECES LEÍDA
Podemos estar bien ilusionados. Tanto los medios de comunicación como los organismos oficiales coinciden en la capacidad de innovación única del sector ecológico y de su crecimiento llamativo en los últimos años. Este mercado está formado por personas jóvenes, dinámicas, con ideales y con fuerza suficiente para enfrentarse a la necesidad de convencer a la sociedad de que, en la alimentación, entre otras cosas, la sostenibilidad ambiental y social debe prevalecer sobre el afán de lucro, aunque no tienen por qué ser incompatibles.
Esta noticia publicada hace poco avala la idea de este crecimiento: el periódico “El País” nos cuenta que «el mercado ecológico mundial sigue al alza y mueve 76.642 millones de euros, mientras que España registra un crecimiento del 24,8% en el sector de la agricultura orgánica». Por otro lado, el “Diario.es” nos dice que «la Unión Europea apuesta fuerte por este sector, anunciando subvenciones que ascienden a más de 1.000 millones de euros para el periodo entre 2014 y 2020».
Las estadísticas del año 2016, que nos da el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, corroboran este crecimiento:
Evolución de la Producción Ecológica (1991-2015) según el número de operadores (NIF), es decir, productores, elaboradores y comercializadores. No haría falta añadir comentarios a la gráfica. El incremento en los últimos 20 años es patente: hemos pasado de una cifra mínima, inferior a 1.500, hasta los casi 40.000 operadores del año 2016. La web del Ministerio no ha publicado aún datos actualizados, pero seguramente ya habremos llegado al tope superior de esta gráfica.
Evolución de la Producción Ecológica (1991-2016) según la superficie. Como se suele decir: una imagen vale más que mil palabras. Comprobamos que, en el año 1995, la superficie ocupada era prácticamente insignificante, pero 10 años más tarde… el suelo para la producción ecológica era exactamente de 807.569,27 hectáreas y, tras 10 años más, concretamente en el año 2016, nos encontramos con una superficie total de más de 2.000.000 de hectáreas.
Lamentablemente, cuando continuamos leyendo las estadísticas… no todo son buenas noticias a pesar de nuestro obvio liderazgo como productores ecológicos. La consultora Ecological nos dice que «las cifras del consumo interno español son mínimas, suponiendo una media de gasto en 2015 de 32,27€ por habitante al año, aún muy alejado de los 210€ por habitante y año que se registran en Suiza, país líder en este ranking». Si de todo lo que se produce aquí, solo consumimos un pequeño porcentaje, entonces la mayor parte de nuestra producción ecológica acaba fuera de nuestras fronteras —lo que no tiene mucho sentido si lo que predicamos es una agricultura ecológica de proximidad—. Aunque también el consumo interno ha cambiado en poco tiempo y ya hemos entrado a formar parte del Top 10 mundial.
CAMBIOS RÁPIDOS
No, no hay que desesperanzarse: la misma consultora a principios de este año nos informaba de la rápida sensibilización ciudadana en los últimos seis años, que ha provocado que «el consumo de productos biológicos aumentase un 56,6%, frente al retroceso en alimentación convencional del 2,1%». También nos cuentan que «la cesta de productos orgánicos que consumimos los españoles está llena fundamentalmente de hortalizas, patatas, frutas y cereales; mientras que el restante 50% aproximado está formado por carne, pescado y productos lácteos que proceden del mercado convencional». Aún nos queda trabajo pendiente por hacer, eso sí.
Todos los medios consultados coinciden con “El Diario.es” cuando señala que «el aumento de la conciencia ecológica en la población se encuentra especialmente entre la población joven, que son los que tiran del carro del sector no solo a la hora de consumir, sino también para producir (los menores de 55 años son un 61% del sector, mientras que en la agricultura convencional representan el 44%). No obstante, en la fase final, la que va del comercio a casa, solo los jóvenes con un buen nivel adquisitivo consumen productos orgánicos». También muchas mujeres, especialmente las que son madres, se preocupan muy mucho de tener una alimentación sana y ecológica para los miembros de la familia.
CAMBIANDO DE BANDO
Es cierto que el mercado de productos ecológicos está en pleno crecimiento y eso siempre es positivo, ya que de esta manera van a llegar a más ciudadanos/as, a través de distintos cauces. No obstante, debemos tener precaución para no olvidarnos de todos esos ideales que siempre hemos defendido: un consumo responsable, una agricultura ecológica de proximidad y de temporada; a la vez que cambiamos nuestra forma de vida hacia otra más sostenible. Nuestro anhelo es que, en breve, todo el mercado español se pueda basar en esos mismos principios. Sin embargo, en la actualidad en nuestro mercado nos vamos a encontrar con situaciones diversas…
Por un lado, además de las empresas pioneras o no del sector, están las empresas convencionales que están empezando a lanzar productos ecológicos certificados. Sus productos están legitimados como orgánicos con su correspondiente sello. Entre este tipo de empresas nos encontramos, por ejemplo, con Gallo, que ha sacado al mercado una pasta ecológica, a la que ha llamado Biogallo, a partir de semillas de trigo duro ecológico, cultivadas dentro de la UE. Indican que sus fábricas han sido certificadas por el organismo oficial CCPAE o Consell Català de la Producció Agrària Ecològica. De la misma manera, la empresa Nomen habla de su arroz ecológico como cultivado sin el empleo de abonos ni pesticidas de síntesis, siendo un arroz ecológico puro al 100%. En su envase también indican que han pasado el control de certificación de la UE.
BONITAS PALABRAS
Por otro lado, tenemos a aquellas grandes empresas que están incluyendo en su nómina productos pioneros del sector ecológico, pero que no tienen ningún tipo de certificación ecológica. Digamos que, de alguna forma, confunden al consumidor sobre lo qué es y lo qué no es un productor biológico. Alguna de estas grandes empresas alude a la introducción de una serie de productos en su apartado “nutrición y bienestar» para satisfacer la demanda de sus clientes. Por ejemplo, Mercadona asegura en su página web que han incluido “la quinoa como uno de estos productos porque muchos de sus clientes les sugerían incluirla (…) y que, gracias a esta sugerencia, pueden ofrecer este aporte indispensable que será de gran ayuda para todo tipo de dietas». Lamentablemente, entre tan bellas palabras no encontramos ninguna referencia a algún sello ecológico y no vemos, por ahora, ninguna intención al respecto… Y, al menos, no nos mienten, porque su quinoa no lleva ninguna certificación de producto orgánico.
De forma paralela, estas mismas grandes empresas están incluyendo productos tipo tofu, superalimentos o setas shiitake, que hasta ahora eran exclusivos del pequeño comercio ecológico. Si nos centramos en el caso de la seta shiitake —excelente por sus propiedades medicinales y procedente de Japón— la gran empresa puede permitirse bajar el precio hasta 2,06€/bandeja de 220 gramos, cuando lo normal es encontrarlas por 5,80€/100 gramos de setas shiitake secas Cherry Blossom en “bio”, o bien, a 7,50€/100 gramos las setas secas Extra Shiitake, en ecológico. Lo que nos muestra que es difícil competir contra Goliat. Pero, eso sí, las del gigante no son ecológicas.
“Es cierto que el mercado de productos ecológicos está en pleno crecimiento y eso siempre es positivo, ya que de esta manera van a llegar a más ciudadanos/as, a través de distintos cauces. No obstante, debemos tener precaución para no olvidarnos de todos esos ideales que siempre hemos defendido: un consumo responsable, una agricultura ecológica de proximidad y de temporada”
GRANDES SUPERFICIES
Algunas cadenas y grandes superficies, como se puede comprobar en las páginas web del supermercado de El Corte Inglés, Eroski o Carrefour, están aprovechando el desarrollo de los productos biológicos para introducirlos en sus tiendas, con todo tipo de estrategias: a través de sus marcas blancas, con una selección de productos concretos, o bien sirviéndose de la búsqueda de comodidad del cliente para mezclar lo “bio” con otros productos convencionales. Algunas de ellas ya han iniciado el desembarco en el sector “bio” por todo lo alto con muchos establecimientos dedicados a este sector de forma exclusiva.
Una vez más, unos acuden a «la preocupación por la salud y la sostenibilidad del entorno, para ofrecernos todo tipo de productos (fruta, aceite, lácteos, conservas vegetales, pescado e incluso artículos de limpieza e higiene personal), todos con el certificado de producción ecológica»; mientras otros echan mano a cómo la ciudadanía «está consumiendo productos orgánicos porque saben que son mejores para la salud, tienen mejor sabor y calidad y porque muestran una clara preocupación por el medio ambiente». A la vez, aprovechan para implantar una nueva gama en la que tienen cabida tanto los productos ecológicos como los dietéticos y aquellos indicados para personas con intolerancias alimenticias.
Nos gusta que mencionen que «los productos biológicos no tienen un aspecto tan bonito como los convencionales». Eso nos ayuda a recordar que, cuando no se usaban químicos o modificación genética, las frutas no tenían todas el mismo tamaño o color, ni eran todas impolutas; solo eran sanas y estaban ricas. Ahora llamamos “convencional” a lo que tiene una ‘belleza externa’, aunque internamente contengan disruptores endocrinos —pero desarrollar ese tema nos daría para todo un monográfico—.
Volviendo al punto de partida: cuantos más ciudadanos/as se pasen al consumo de productos ecológicos, independientemente de la vía o del motivo, será beneficioso para la salud de cada uno/a y para el medio ambiente. Debería dar igual que el producto orgánico certificado salga de un herbolario, de un mercado ecológico pequeño, de una cooperativa, de una gran empresa o de una gran superficie… Lo que siempre se debe mantener es la esencia de ese producto: que no tenga ninguna relación ni con transgénicos ni con sustancias químicas sintéticas y que las condiciones para todos los actores de la cadena… sea justa. Estos alimentos deberían ser siempre “armónicos” en todos los sentidos, desde un prisma holístico. No todo ello está implícito en el certificado “bio”, pero el sello aporta ciertas garantías. Ahora mismo, ya hay muchas empresas que, además del sello ecológico, aportan otros valores añadidos.
LAS REGLAS
Hay tanto trabajo de sensibilización aún pendiente por hacer entre la ciudadanía, para que entienda que solo hay futuro si cambiamos nuestros hábitos de vida y de consumo, que cuantos más lo hagamos… más efectivos seremos. Eso sí, todos habremos de jugar con las mismas reglas.
Pero antes de entrar en materia económica, sería bueno comentar una novedad que puede animarnos y es el rescate por parte del sector orgánico de algún producto olvidado por el mercado actual convencional. Hablamos de algunos productos que poca difusión tenían ya y habían sido rechazados por su escasa calidad nutricional, pero, al ser recuperados por el sector “bio”, se ha mejorado esa calidad nutricional, además de la organoléptica. Por ahora tenemos la horchata, elaborada a partir de chufas ecológicas naturales de la huerta valenciana, además de algunas mantequillas, o las galletas o las chuches. ¡¡¡Sean todos bienvenidos!!!
Aunque no nos guste hablar de cifras, tenemos que tocar el aspecto económico, porque tanto los grandes como los pequeños tienen que tener cabida en el sector. No nos gusta la no internalización de costes de esta economía neoliberal en su sector agroalimentario convencional. Porque los productos convencionales salen muy caros: los problemas medioambientales y sanitarios que acarrean los pagamos todos con nuestros impuestos. No vamos a insistir ahora en la necesidad de una eco-nomía descentralizada y desglobalizada, sino que queremos acercarnos a los testimonios de aquellos/as que trabajan en el sector biológico y que nos animan y enriquecen con sus ejemplos y reflexiones.
Mª DOLORES RAIGÓN
Como primera muestra, Mª Dolores Raigón, presidenta de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, habla sobre cómo las nuevas generaciones saben que la agricultura ecológica es el camino. Entre otras cosas, reconoce que «algunos consumidores cuando compran ropa o un coche no reparan en gastos a la hora de buscar una marca con calidad, pero, cuando sometemos la alimentación al mismo juicio, solo buscamos alimentos baratos. Es preciso formar al consumidor en que los alimentos tienen un coste y de que el gasto en alimentación es el más importante que debemos realizar. La idea que prevalece en una parte de la ciudadanía es que la agricultura ecológica es cara, pero ¿no será que la agricultura convencional es demasiado barata? Ese tipo de agricultura está provocando el ahogamiento de los agricultores y de los productores en general, que no pueden soportar la carga y la presión de la comercialización de los productos. Es el momento de llegar a un modelo más equilibrado de producción, consumo y de reconocimiento de los impactos en el medio ambiente. Aunque existen muchos intereses, cada uno de nosotros tiene una responsabilidad a la hora de elegir los alimentos. Yo soy responsable de dónde compro los alimentos, dónde repercute el gasto de mi alimentación…».
SALUD MENTAL
También es vivificante la entrevista a un pequeño agricultor anónimo, que nos cuenta cómo decidió dedicarse a algo que le gustaba y que consideraba que le podría dar tranquilidad —“salud mental” como él lo llama— algo que le permitiese ser autosuficiente. Optó por la agricultura ecológica, no por moda, sino por consciencia, una conciencia basada en la defensa de la Madre Tierra, en su buen uso; en producir comida rica y sana sin usar productos químicos, sin cambiar una farmacia por otra, ya que ahora parece que para todo hay productos ecológicos, pero ¿quién los produce? ¿Cómo? ¿A qué precios? ¿Con qué objetivos? La agricultura ecológica no tiene que ser una etiqueta de venta o un mero trabajo, sino una forma de vida, buscando caminos hacia la autosuficiencia, la soberanía alimentaria y la agroecología». Continúa hablando de la facilidad con la que formó el grupo de consumidor@s con los que trabaja, ya que había una lista de espera bastante larga esperando productos ecológicos (acontecimiento, dicho de paso, que está ocurriendo por toda la península ibérica). Este productor a pequeña escala nos explica cómo está trabajando con un determinado número de familias y nos cuenta cómo «su relación con “l@s consumidor@s” no es solo de compraventa, sino algo cercano, sincero y comprometido. (…) De ser un colectivo de gente suelta que no se conocían, ahora han conseguido ser un grupo que funciona bastante bien y va creando conciencia entre sus componentes».
JERÓNIMO
Por otro lado, anotamos las interesantes palabras de una entrevista a Jerónimo Calvo, director del supermercado ecológico El Vergel, en Madrid. Lo resume como «un proyecto global y comprometido con la alimentación ecológica y la salud. Incluye dos supermercados, un restaurante vegetariano, librería especializada, su propia escuela de formación y múltiples talleres y actividades mensuales, relacionadas con el desarrollo de un estilo de vida saludable y responsable con nuestro medio ambiente». Cuando le preguntan por la situación y la evolución del sector en España… cuenta cómo “hace 20 años el ser vegetariano se identificaba aún con ser hippie o un activista ecologista. Hoy ha cambiado todo. Se respeta al que opta por una alimentación vegetariana y no sorprende que alguien busque una alimentación sana en el sector ecológico».
Cuando a Jerónimo Calvo le preguntan sobre los precios del sector reconoce que «son más caros, pero también lo es cualquier objeto realizado artesanalmente con buenos materiales que el que sale de una fábrica hecho a gran escala y con materiales de baja calidad o en un país donde se pagan salarios ínfimos para buscar un precio bajo. Ya nadie tiene dudas de que un alimento ecológico, además de no contaminar ni envenenar, contiene más nutrientes que el que no lo es. (…) Es más caro, sí, pero un alimento orgánico es más beneficioso para nuestra salud que el que no lo es». Parafraseándole, en cuanto a nuestra situación en relación con otros países, reconoce que España, siendo el primer productor de agricultura ecológica de la Unión Europea, destina un alto porcentaje de dicha producción a la exportación, mientras que el consumo de estos productos en nuestro país es aún muy bajo. Por último, en relación con el futuro de la alimentación ecológica en España piensa que es «muy prometedor, pero siempre que hagamos las cosas con cabeza. La formación e información son indispensables para crecer responsablemente de la mano de los productores y consumidores».
RESILIENCIA
Sería bueno que mantuviésemos en mente nuestros objetivos. Tenemos que seguir insistiendo en la necesidad de estimular el consumo responsable de productos biológicos de proximidad, de temporada y certificados por una entidad autorizada. A la vez que intentamos sensibilizar a nuestro entorno sobre el consumo de productos orgánicos y pretendemos motivarles para modificar sus hábitos de vida, provocando que esto se generalice entre todos los ciudadanos/as y no quede recluido en una minoría ya concienciada. Eso sí, estos últimos debemos ser coherentes y consecuentes en todo momento. Y en aquellos momentos difíciles, nos viene bien recordar que los seres vivos somos resilientes, es decir, que tenemos la capacidad, en mayor o menor medida, para recuperarnos tras las perturbaciones. Este podría ser nuestro mantra.
Esther Oliver
FUENTE: ECOTICIAS