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Comemos plástico, y no es nada bueno
Madrid, 3 de octubre
El que tengamos los mares petados de plásticos no es un problema exclusivamente ambiental que afecta a los ecosistemas marinos. Tampoco es un problema estético que afea nuestras playas y costas. Es un problema de salud humana, de contaminación química global. Porque al final nos estamos comiendo todos esos microplásticos, los orinamos o paseamos por nuestra sangre. Y no es nada bueno.
Los plásticos contienen cientos de sustancias tóxicas que se descomponen en micropartículas, y por afinidad atraen a otros químicos presentes en el agua. Se forman así auténticas “bombas tóxicas” microscópicas que luego pasan a la cadena alimentaria.
Una docena de expertos reunidos en la jornada “Comiendo plástico“, organizada por la iniciativa Hogar sin tóxicos, han disparado todas las alarmas. Todos ellos han coincidido en alertar sobre la gravedad de la situación.
Frente a ello, aseguran, el problema no puede resolverse solo con medidas como el reciclaje, “una estrategia que calma conciencias pero que no resuelve el problema”, critica el responsable de Hogar sin tóxicos, Carlos de Prada, quien considera “urgente que la sociedad se implique de forma activa” y se reduzca el uso del plástico.
Según alertan los expertos en este encuentro, nos enfrentamos a un pseudoplancton plástico que invade los mares y nuestros menús. Lo que inicialmente es una botella se puede convertir en millones de diminutas partículas que tienen un potencial contaminante en superficie mucho mayor.
Cientos de tipos de plástico y todos malos
Según este plantel de expertos en medicina, oceanografía, química, geología o medio ambiente, los océanos están invadidos por una extraordinaria diversidad de plásticos como el polipropileno, polietileno de alta y baja densidad, poliuretano, poliéster, poliamida, policarbonato, PET o PVC procedente de bolsas, botellas, tapas, envases, fibras textiles, y también como microperlas contenidas en agentes de lavado, en cosméticos y productos de aseo personal.
La producción de plásticos lleva décadas creciendo de forma exponencial. En 1964 se produjeron 1,5 millones de toneladas de este material, en 2014 fueron 311 millones de toneladas, y para 2050 la previsión es de 1.800 millones de toneladas. “Si ahora hay un problema gravísimo, para el futuro el riesgo es extremo, porque en 2050 habrá en los océanos más plástico que peces”, alerta De Prada.
Llega la “plasticesfera”
Para Salud Deudero, investigadora del IEO-CSIC, líder del grupo IMPACT@SEA del COB-IEO y participante en esta jornada, “estamos ante lo que podríamos denominar plasticesfera. Los organismos marinos no se encuentran exentos de esta contaminación por plástico. La ingesta de microplásticos en la mayor parte de organismos marinos es una realidad”.
Analizando el plástico que ingieren las especies, predomina el celofán y el polietileno, lo que sugiere que una gran parte del plástico que está contaminando el medio marino procede del embalaje alimentario y de envases como botellas.
El Mediterráneo es uno de los más contaminados por plástico. Estudios científicos de laboratorio y de campo documentan la presencia de microplásticos en especies comerciales como lubinas, atunes o sardinas. Según la FAO, al menos unas 220 especies marinas ingieren involuntariamente microplásticos.
Cada año más de 8 millones de toneladas de plástico son vertidas a mares y océanos. Dado que se trata de un material complejo de lenta degradación, y que la aportación de plásticos a las aguas es constante, supone una contaminación continuada y una exposición ininterrumpida de los seres vivos a los contaminantes químicos que contienen los plásticos.
En los mares cerrados con poca renovación de sus aguas el problema es aún peor.
Del mar al estómago
Los plásticos que llegan a mares y océanos se fragmentan en microplásticos y nanoplásticos, generando un peligroso pseudoplancton. Los organismos marinos, desde el zooplancton más pequeño hasta animales más grandes como las ballenas, pueden ingerir estas partículas. En algunas especies predadoras se ha detectado que más del 80% de los individuos muestran presencia de estas partículas plásticas en su tracto digestivo. Lo mismo ocurre con el 73% de los peces mesopelágicos.
Por ejemplo, el 83% de las cigalas del Mar de Clyde, en Escocia, tienen microplásticos, y hasta el 68% de las bogas analizadas en Baleares. “También se han detectado microplásticos en el tracto digestivo de las personas”, asegura Carlos de Prada.
Peligroso cóctel químico
La Agencia de Protección Ambiental de Dinamarca señala que en los plásticos puede haber más de 132 sustancias o grupos de sustancias tóxicas. Según la Agencia Europea de Productos Químicos (ECHA), los plásticos pueden tener más de 400 productos químicos. Algunos de ellos se añaden a los materiales para aportar propiedades concretas, como los retardantes de llama, los plastificantes para hacerlos flexibles, o también sustancias para endurecerlos, darles color, antioxidantes, estabilizantes, biocidas, etc.
Entre las sustancias que pueden estar presentes en los plásticos se cuentan ftalatos, retardantes bromados y clorados, metales pesados, parafinas cloradas, etc. Algunos de estos componentes tienen efectos de alteración hormonal para nuestro organismo, advierten los expertos.
Retardantes de llama en los delfines del Mediterráneo
Ethel Eljarrat, científica del IDAEA-CSIC, ha participado en investigaciones en las que se ha estudiado específicamente el comportamiento y la presencia de un grupo de retardantes de llama, los PBDE, en delfines listados de la costa catalana. A pesar de haber sido prohibidos en Europa en el año 2004 y en el mundo a partir de 2011, los investigadores encontraron que el 30% de los ejemplares analizados aún tenían en su organismo un nivel de estas sustancias suficientemente elevado como para incrementarles el riesgo de hipertiroidismo. “Esto nos indica que estas sustancias son peligrosas no solo durante el tiempo que se utilizan, sino que, por ser muy difícilmente degradables, el riesgo permanece muchos años después”, explica Eljarrat.
A esto se suma el hecho de que los plásticos en los océanos pueden convertirse en vectores de captación de otros contaminantes químicos que haya en las aguas, y que se pueden adherir a estos micro y nanoplásticos. La fragmentación aumenta la superficie de captación de otros contaminantes, creando una extensa malla de captación de contaminantes en las aguas de mares y océanos, donde hay infinidad de contaminantes procedentes de vertidos que llegan ahí a través de ríos, alcantarillado y desagües.
La oceanógrafa Alicia Herrera, bióloga y doctora en Oceanografía, miembro del Grupo de Investigación de Ecofisiología de los Organismos Marinos (EOMAR) de la ULPGC, aporta datos en la misma dirección. E incluso ahonda más en el problema, al advertir que los plásticos atraen contaminantes persistentes preocupantes que pueden estar en el medio incluso en bajas concentraciones. Se adhieren al plástico y pasan al organismo de los peces. “Los colorantes, retardantes de llama, etc. convierten a los microplásticos en bombas químicas”, asegura Herrera.