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Guía práctica para comprar productos de aseo sin tóxicos
Una organización especializada estadounidense detalla qué componentes debemos evitar a la hora de adquirir los artículos de higiene personal.
Las palabras «suave»y «natural» aparecen profusamente en los envases de los productos de higiene personal alineados en los estantes de los supermercados. Pero con frecuencia no son más que reclamos de marketing que tratan de ocultar la presencia de ingredientes contaminantes para el entorno y muchas veces nocivos para nuestra salud. Sin embargo, repasar la lista de los mismos, una ininteligible sucesión de nombres de compuestos químicos largos y complejos y de códigos de números, no aporta ninguna información que resulte práctica a la inmensa mayoría de los consumidores.
Por ello, el prestigioso Environmental Working Group (EWG, Grupo de Trabajo Ambiental) estadounidense, organización sin ánimo de lucro especializada en la detección y denuncia de los elementos tóxicos presentes en nuestra vida cotidiana, ha publicado una serie de recomendaciones para los compradores.
Así, a la hora de leer la etiqueta de un producto de aseo personal, y por lo que se refiere a la parte final de la lista de ingredientes, donde aparecen los conservantes, aconseja evitar la compra de artículos que contengan sustancias cuyos nombres «acaben en parabeno», un tipo de compuestos que tienden a ser erradicados de estos artículos desde que en 2004 un estudio los relacionó con el cáncer de mama, pues se detectaron en un 90% de los casos de muestras de pacientes analizadas por investigadores de la Universidad de Reading (Escocia, Reino Unido).
Los parabenos contienen metanol, etano o propanol, derivados del petróleo, y en la Unión Europea han recibido los códigos E214, E215, E216, E217, E218 y E219. También pueden aparecer identificados en las etiquetas como benzoato de sodio y como sodium (y ammonium) laureth sulphate. El isopropilparabeno, el isobutilparabeno, el fenilparabeno, el bencilparabeno y el pentilparabeno han sido prohibidos en la Unión Europea para su uso en cosméticos.
El grupo de especialistas ambientales aconseja igualmente eludir aquellos artículos en cuya composición se hallen la DMDM hidantoína, frecuente en champús, acondicionadores de cabello, productos para la piel y bases de maquillaje, y la imidazolidinil urea, un compuesto se emplea para combatir la presencia de bacterias en las cremas; el methylisothiazolinone (MIT), presente en champús, jabones y toallitas y que a menudo produce eccemas, o la trietanolamina (TEA), empleada para ajustar el PH en productos de limpieza y cosméticos, y que puede irritar y hasta dañar la piel.
Afectaciones cardíacas
Otras sustancias a evitar son el triclosan (TCS), un potente agente antibacteriano y fungicida que según algunos estudios, puede llegar a afectar a las contracciones musculares, incluidas las cardíacas, y el triclobarban, empleado con similares finalidades, que desde 2016 no pueden ser incorporados en jabones de manos antisépticos o antibacterianos en los Estados Unidos después de que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) los vetara por no haber podido demostrar sus fabricantes que su uso a largo plazo sea ni más seguro ni más eficaz que el jabón tradicional y el agua para la prevención de la propagación de enfermedades.
«Estos productos están diseñados para matar bacterias, no para eliminar el polvo y la suciedad, que pueden incorporar sustancias tóxicas recogidas en nuestras actividades diarias, especialmente en el caso de los niños. El lavado con agua y jabón mata las bacterias y elimina mejor la suciedad de las manos», señala el EWG, que destaca que «los científicos han descubierto que los niños ingieren más productos químicos procedentes de sus manos, a las que han llegado tocando el arsénico en antiguos columpios de madera o retardantes de incendios de algunos aparatos electrónicos, que introduciéndose sustancias químicas directamente en la boca». Así que, subraya, «además de prevenir infecciones, el lavado de manos puede evitar la exposición a elementos tóxicos».
En Europa, el uso de estos dos elementos en cosméticos se ha visto restringido desde 2014 a concentraciones menores del 0,3% en los cosméticos porque «debido a la magnitud de la exposición agregada» podía «suponer un riesgo para la salud humana», mientras el porcentaje citado se considera todavía seguro en dentífricos, pastillas de jabón, jabones líquidos, geles de ducha, desodorantes, polvos faciales y cremas correctoras.
Al repasar principio de la lista de ingredientes de los artículos de aseo, donde aparecen los jabones, tensoactivos (o surfactantes) y lubricantes, el EWG recomienda «evitar los ingredientes que comiencen con PEG«, los polietilenglicoles, derivados del etileno obtenidos en las refinerías de petróleo que aumentan el poder espumante de geles o champús, o que «contengan el sufijo ‘-eth’ [en español sería ‘-et’] al final de la palabra, como por ejemplo el sodium laureth sulfate», lauret sulfato de sodio o SLES, agente igualmente espumante que podría contener según algunos estudios sustancias potencialmente cancerígenas.
En el caso de productos de aseo diario infantil, y dado que «kilo por kilo de peso, ellos están expuestos a más contaminantes en los productos diarios que los adultos» y que «su metabolismo inmaduro y sus sistemas orgánicos son menos capaces de repeler los ataques químicos», los expertos del EWG aconsejan a los padres «no confiar en la publicidad» y «comprobar los ingredientes» con la máxima atención.
La recomendación concreta es la de adquirir siempre productos sin fragancias incorporadas, eliminar de un plumazo el talco para niños de la lista de la compra y evitar los que la organización ambientalista denomina «el Top 6 del EWG de los productos químicos preocupantes para los niños», que son el conservante antimicrobiano bronopol (de fórmula 2-bromo-2-nitropropano-1,3 diol); el antioxidante BHA (siglas en inglés del hidroxibutilanisol); los antisépticos ácido bórico y borato de sodio (o bórax); la oxibenzona, que suele hallarse en las cremas solares, dañina para la piel y para los ecosistemas marinos, y los ya mencionados DMDM hidantoína y triclosan.
«Muchos padres prestan más atención a la salud ambiental de sus hijos que a la suya propia, pero los cuerpos de los adultos también pueden verse afectados por los químicos tóxicos», señala el EWG, que recomienda a los mayores de edad eludir productos con perfumes, eligiendo aquellos «libres de fragancia», olvidarse para siempre de los esmaltes de uñas y usar los artículos menos agresivos posibles en su higiene diaria. Enfrentarse a las crípticas listas de componentes de los artículos de aseo no es una tarea fácil, pero por lo menos ahora ya sabemos qué debemos buscar en ellas.
FUENTE: ECOAVANT