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Hogar sin Tóxicos exige un mayor control de las sustancias alteradoras endocrinas para prevenir las enfermedades que pueden propiciar una mayor mortalidad frente al Covid 19
Carlos de Prada, responsable de la campaña Hogar sin Tóxicos
La comunidad científica asocia estas sustancias tóxicas a un mayor riesgo de diabetes, obesidad, enfermedades cardíacas, presión arterial alta, inmunidad reducida y otros problemas vinculados a una mayor fragilidad ante el virus.
Carlos de Prada, responsable de la campaña Hogar sin Tóxicos denuncia que «la comunidad científica lleva muchos años solicitando que se reduzca la exposición humana a sustancias tóxicas disruptoras endocrinas sin que, hasta el momento, los poderes públicos hayan hecho gran cosa. Ahora, lamentablemente, estamos viendo algunas de las posibles consecuencias de tal imprevisión». Desde nuestra campaña, hemos elaborado informes y promovido acciones en relación con algunos de estos contaminantes como el bisfenol A, los ftalatos o muchos pesticidas. Exigimos que de una vez por todas, por ejemplo en relación a la futura puesta en marcha del Plan Nacional de Salud y Medio Ambiente por parte del Ejecutivo, se atiendan estas peticiones.
Estos días, en consonancia con nuestras reivindicaciones, se han publicado varios artículos en la revista Environmental Health News, por parte de algunos de los más relevantes expertos mundiales en los efectos que causan las sustancias tóxicas disruptoras endocrinas, que alertan acerca del modo en el que tales contaminantes pueden estar contribuyendo hoy a un agravamiento del azote por el coronavirus.
Tal y como explican Linda S. Birnbaum y Jerrold J. Heindel, que han sido investigadores relevantes del Instituto Nacional de Ciencias de Salud Ambiental de los Estados Unidos, y que firman en representación de un numeroso grupo de científicos involucrados en la investigación de los efectos de estas sustancias, estos compuestos son capaces de incrementar el riesgo de padecer enfermedades que nos hacen más vulnerables ante el Covid-19.
Comentan que la exposición a estas sustancias -que «se disfrazan de hormonas» y son capaces de actuar a bajas concentraciones- es generalizada. Ya las tienen en sus cuerpos la mayor parte de los habitantes del mundo desarrollado. Nos exponemos a ellos a través de la comida, el agua, el aire que respiramos e infinidad de productos de la vida cotidiana. Están presentes en los alimentos, en forma, por ejemplo, de residuos de pesticidas o de aditivos, pero también en plásticos, en productos de aseo personal y cosmética, retardantes de llama añadidos a muchos artículos como muebles y textiles, compuestos antiadherentes, productos químicos usados en el hogar para la limpieza… Son tan ubicuos que es imposible virtualmente no exponerse a ellos.
Destacan, en particular, que «cuanto más tempranamente en la vida ocurra la disrupción endocrina, más grave y permanente es el daño, lo que lleva a enfermedades como diabetes, enfermedades cardíacas y cánceres reproductivos«. Añadiendo que tanto «los estudios epidemiológicos en humanos como los experimentos en animales de laboratorio establecen sin lugar a dudas que tales exposiciones pueden aumentar la susceptibilidad a estas enfermedades y muchas más». No solo eso, sino que «las exposiciones también pueden causar inmunosupresión, lo que aumenta la vulnerabilidad a las infecciones».
Denuncian, en concreto, la situación en los Estados Unidos que, dicen, es hoy «una de las naciones menos saludables del mundo». En concreto, por ejemplo, por sus altísimas tasas de obesidad, algo que predispone a padecer más gravemente a causa del Covid 19. Por otro lado, apuntan que «para combatir al Covid 19 se necesita un sistema inmunitario sano» , pero que sin embargo hay una serie de enfermedades que afectan al sistema inmunitario y debilitan las defensas frente a las infecciones como es el caso del asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), artritis reumatoide, lupus, esclerosis múltiple, psoriasis, diabetes tipo 1 y enfermedad de Crohn. Decenas de millones de norteamericanos padecen, por ejemplo, por enfermedades autoinmunes o asma. Tambien son muchos los millones de personas con diabetes, que también son más vulnerables ante el virus y los millones de personas con hipertensión y problemas cardiacos. Un panorama, en fin, nada halagueño de cara a la vulnerabilidad frente al coronavirus.
Toda una conjunción de factores de predisposición negativa que, en mayor o menor medida, puede estar asociada a la exposición a sustancias contaminantes. Aunque, como dicen, no se pueda determinar en qué porcentaje exacto de debería solo a ése factor. Muchos problemas de salud son multifactoriales en cuanto a sus causas por lo que es difícil determinar en qué proporción concreta se deben a un solo factor como puede ser, en este caso, la exposición a sustancias disruptoras endocrinas. Pero, tal y como afirman, «está claro que todas las enfermedades y afecciones de salud enumeradas anteriormente (diabetes, obesidad, enfermedades y disfunciones del sistema circulatorio y enfermedades respiratorias) han sido vinculados a la exposición a una variedad de compuestos disruptores endocrinos en modelos animales y estudios epidemiológicos en humanos».
Como comentan, es evidente que hoy hay que centrarse en reducir el impacto inmediato de esta pandemia pero que, al mismo tiempo, también «es esencial darse cuenta de que otras epidemias y pandemias aparecerán sin duda en nuestro camino y que también ahora es el momento de prepararse». Ver qué podemos cambiar y qué no. Como dicen, una serie de enfermedades tienen componentes genéticos y ambientales y «no podemos cambiar nuestros genes, pero sí podemos cambiar nuestro entorno». Por ello recomiendan «mejorar nuestra dieta y estado nutricional y reducir nuestra exposición a productos químicos disruptores endocrinos». Unos cambios fundamentales que beneficiarán profundamente nuestra salud y bienestar. Es precisa una visión correcta, a largo plazo, preventiva, de los problemas, desde la máxima de que más vale prevenir que curar. Porque, como comentan, hay patógenos que pueden dañarnos o matarnos en poco tiempo, mientras que la disrupción endocrina actúa de una forma más lenta que requiere soluciones «a más largo plazo que eviten que los químicos desgasten nuestra salud, vitalidad y resistencia».
En otro artículo, Pete Myers, el fundador y científico jefe de Environmental Health Sciences, destaca como «en los últimos 20 años se han publicado miles de artículos científicos que relacionan la exposición química disruptora endocrina con las comorbilidades que aumentan el riesgo de morir por COVID-19» . Son sustancias como bisfenoles como BPA, ftalatos (plastificantes), perfluorados, retardantes de llama, PCB y una variedad de pesticidas. Que tal ingente número de investigaciones, cada vez de forma más clara «los ha establecido como contribuyentes significativos al riesgo de estas mismas enfermedades: diabetes, obesidad, enfermedades cardíacas, presión arterial alta, inmunidad reducida, y otros problemas» y que
«la evidencia se ha vuelto lo suficientemente fuerte como para que la Endocrine Society, la asociación profesional más grande del mundo de endocrinólogos médicos y de investigación, considere reducir los impactos de los químicos que alteran el sistema endocrino como uno de sus objetivos más altos de salud pública. Los endocrinólogos son los profesionales de la salud de referencia para estas enfermedades, tanto para determinar cómo tratarlas y comprender cómo causan efectos». «En 2012» -añade – «la Organización Mundial de la Salud y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente publicaron un informe concluyendo que los productos químicos disruptores endocrinos son una amenaza para la salud pública mundial».
En la misma línea, en otro interesante artículo publicado en la misma revista, otros dos científicos de Estados Unidos, uno de los cuales es Frederick vom Saal, uno de los más prestigiosos expertos mundiales en el ámbito de los efectos de los contaminantes hormonales, detallan de qué modo la exposición a sustancias químicas tóxicas, por su asociación con enfermedades crónicas, pueden estar agravando las consecuencias de la pandemia
El razonamiento es simple. Parte del hecho de que un alto porcentaje de personas de sociedades como la de los Estados Unidos padecen una o más enfermedades crónicas. Problemas de salud que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) han vinculado con un mayor riesgo de morir por COVID-19. Hablamos de obesidad, diabetes, problemas de hígado y renales, así como cardiovasculares (en conjunto, enfermedades metabólicas), enfermedades respiratorias que incluyen asma, alergia, enfisema y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), así como enfermedades autoinmunes, como la artritis reumatoide, esclerosis múltiple, enfermedad de Crohn y lupus. Los científicos autores del artículo apuntan que se trata de dolencias ligadas a alteraciones del sistema inmunitario que resultan en procesos inflamatorios y que la inflamación crónica favorecería que el organismo reaccione de forma aumentada ante ataques al sistema inmunitario como es el caso de la infección por el Covid 19.
Una vez dicho lo anterior, llaman la atención sobre el hecho de que en los Estados Unidos -aunque también podría ser extensible, en mayor o menor grado, a otros países- la incidencia de ésas enfermedades crónicas haya aumentado constantemente en el último medio siglo «asociadas con el aumento dramático en la generación de productos químicos para su uso en plásticos, materiales de construcción, pesticidas, productos de cuidado personal, muebles, utensilios de cocina, envases alimentarios, textiles y muchos otros productos que se infiltran constantemente en todos los aspectos de la vida humana«.
Un aspecto que resaltan es que «un número inquietante de estas sustancias químicas se clasifican como sustancias disruptoras endocrinas, esto es, sustancias que pueden interferir con el funcionamiento normal de las hormonas involucradas en la comunicación celular, incluida la regulación de las respuestas inmunes y la inflamación«. Como comentan, la población general se expone a estas sustancias «a través de infinidad de productos de consumo comunes, emisiones al aire libre y en espacios cerrados, en el agua potable y en alimentos procesados y envases alimentarios». Sin embargo, los autores lamentan que a pesar de la «clara evidencia» científica de que las sustancias químicas disruptoras endocrinas pueden estar contribuyendo al incremento constante de incidencia de una serie de enfermedades crónicas, agencias reguladoras como la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) y la Agencia de Protección Ambiental (EPA), se hayan «negado a reconocer los peligros que representa la exposición continua de la población a muchas de estas sustancias».
Es muy interesante la reflexión que hacen sobre la dieta, factor que podría tener una gran relevancia en este fenómeno por el que los contaminantes químicos pueden estar contribuyendo a una mayor mortalidad por el Covid 19. Un factor en el que se uniría no solo la presencia de una serie de sustancias perjudiciales, sino también la menor presencia de otras beneficiosas. Un factor muy negativo sería que la dieta estándar en los Estados Unidos, se base singularmente en productos que suelen tener una serie de características muy desfavorables: ultraprocesados, de bajo coste, con pocos nutrientes, mucho azúcar y repletos de aditivos. Porque, según explican, para que se de un correcto funcionamiento del sistema inmunitario, es importante que el organismo cuente con un adecuado nivel de presencia de una serie de nutrientes y antioxidantes (como vitaminas, ácidos grasos antiinflamatorios, minerales y micronutrientes) que se encuentran en los alimentos integrales -verduras, frutas, nueces y granos integrales- pero de los que suelen carecer en mayor medida los alimentos procesados.
Por si fuese poco, a los efectos negativos que pudieran derivarse de tales carencias nutricionales cabría sumar los que se pueden atribuir a los contaminantes químicos anteriormente citados, los disruptores endocrinos, que pueden estar presentes en los alimentos a través de diferentes vías. Una de las sustancias más conocidas en este ámbito, que citan como ejemplo, y acerca de la cual que el propio Vom Saal ha investigado con detalle, es el bisfenol A. Un compuesto que, al igual que otros, está asociado a la alteración de la regulación de la glucosa (azúcar en la sangre), así como a la resistencia a la insulina (la incapacidad de las células para responder a la insulina) y disfunciones celulares que llevan a la inflamación.
Así, comentan, la contaminación con sustancias tóxicas alteradoras hormonales se combina con la falta de antioxidantes para propiciar una excesiva respuesta infamatoria. A todo ello, estos autores suman otros factores como, por ejemplo, el efecto que tienen algunos medicamentos muy usados para tratar muchas enfermedades crónicas. Citan el caso de la metformina que hace bajar los niveles de B12 de personas diabéticas.
Toda una conjunción de elementos adversos que llevaría a que cuando aparecen un agente infeccioso como el coronavirus se encuentre ya con un organismo con un estado inflamatorio basal, propio de estas enfermedades crónicas, lo que hace que el riesgo de inflamación se vea incrementado. Como apuntan estos científicos, «en realidad, es la enorme respuesta inflamatoria al nuevo coronavirus lo que está matando a individuos susceptibles, no el virus en sí».
El artículo de Environmental Health News describe también como toda una «ironía», ante lo anterior, que precisamente entre las muchas posibles intervenciones terapéuticas que se están estudiando ahora para reducir la gravedad y duración de la infección por el Covid 19 se encuentren nutrientes y antioxidantes, presentes en frutas y verduras, entre los que citan la vitamina C, la vitamina D, la vitamina B3 oel zinc. Además, añaden que estos antioxidantes en realidad protegen contra algunos de los efectos nocivos de los productos químicos disruptores endocrinos como la dioxina y el BPA, entre otros muchos.
Dicen que es momento de actuar. Aunque obviamente no se puede reducir todas ésas enfermedades crónicas antes citadas de la noche a la mañana. Enfermedades que hacen que muchas personas estén en mayor riesgo. Probablemente, es lo que puede deducirse de lo que apuntan, es algo a lo que han llevado décadas de no actuar debidamente sobre una serie de factores de forma preventiva. Pero si no se quiere volver a tropezar otra vez en la misma piedra, se debe aprender la lección y actuar correctamente de cara al futuro. Dicen que «la rápida propagación del nuevo coronavirus ha aumentado la conciencia de que es probable que ocurran pandemias mundiales con mayor frecuencia». Algo ante lo que convendría estar preparados.
Aconsejan una serie de cambios en el modo de vida que podrían mejorar el panorama futuro como aumentar el consumo de alimentos frescos o congelados más ricos en nutrientes y que, por supuesto, no contengan sustancias tóxicas alteradoras hormonales, beber agua sin presencia de contaminantes, mejorar el sueño, combatir el estrés y hacer más ejercicio. Extremos que consideran básicos para avanzar en la reducción del riesgo de desarrollar buena parte de las enfermedades crónicas aludidas.
Preocupados por cómo se podrán salvar vidas cuando ocurra la próxima pandemia plantean deberes a realizar para reducir la incidencia de enfermedades crónicas. Dolencias que han convertido a los Estados Unidos, en particular, según dicen, en un lugar poco saludable a pesar de todo lo que se invierte en salud. Sin embargo, temen que los cambios necesarios para solucionar los problemas que la pandemia ha dejado en evidencia no se aborden con la rapidez debida. Hacen un llamamiento para que se reconstruyan en condiciones «una serie de agencias que no han logrado garantizar que los estadounidenses no beban agua contaminada, que no tengan un aire no contaminado que respirar dentro y fuera de sus casas, escuelas y trabajos, o alimentos sin sustancias químicas tóxicas y nutricionalmente sanos». Algo que ha dejado sentir sus efectos en especial en «comunidades minoritarias con una gran contaminación del aire y el agua y sin acceso a alimentos sanos y sin procesar que se están viendo particularmente castigadas. Comunidades sobre todo hispanas y afroamericanas que viven bajo emisiones y vertidos de sustancias tóxicas y que están teniendo altas tasas de mortalidad por el Covid 19»
La mayor parte de la población estadounidense, según los Centros de Prevención y Control de Enfermedades (CDC), está expuesta cotidianamente a sustancias químicas tóxicas pero, lamentablemente, según comentan, la industria química ha frustrado todos los intentos de regular adecuadamente estas sustancias. También denuncian que la Agencia de Protección Ambiental (EPA) que teóricamente debiera controlar el asunto no tiene voluntad de actuar. Critican también que la Administración de Alimentos y Fármacos (FDA) haya permitido que los propios fabricantes de los productos químicos tengan autoridad para determinar la seguridad de millares de sustancias usadas como aditivos o en materiales que están en contacto con los alimentos, a pesar de que una buena cantidad de ellos han mostrado ser peligrosos disruptores endocrinos.
Dicen que «para reducir la creciente carga de enfermedades crónicas el Congreso debería reconstruir el sistema de regulación de las sustancias tóxicas». Que el actual sistema es ineficaz, y debe sustituirse por otro que esté realmente «basado en la ciencia y en un verdadero afán de proteger la salud de las personas en lugar de maximizar las ganancias de poderosas corporaciones».
Si todo ello no se hace, sentencian: «la consecuencia será que se estará en una posición peor en relación a la carga de enfermedades crónicas, con muchas más personas con probabilidades de morir cuando ocurra la próxima pandemia».
FUENTES:
Pete Myers. Confronting the chemicals that are worsening COVID-19. Apr 27, 2020
https://www.ehn.org/chemical-exposure-worsening-covid-19-2645804428.html
Linda S. Birnbaum and Jerrold J. Heindel. Endocrine-disrupting chemicals weaken us in our COVID-19 battle: Linda S. Birnbaum, Jerrold J. Heindel. Apr 23, 2020
https://www.ehn.org/chemical-exposure-coronavirus-2645785581.html
Frederick vom Saal and Aly Cohen. How toxic chemicals contribute to COVID-19 deaths: Frederick vom Saal, Aly Cohen. Chronic diseases, many linked to chemical exposures, are worsening the pandemic sweeping the U.S. Apr 17, 2020
https://www.ehn.org/toxic-chemicals-coronavirus-2645713170.html?rebelltitem=3#rebelltitem3