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Nuestra casa está llena de sustancias que causan enfermedades. Infórmate y actúa para lograr un hogar más sano.

Miquel Porta: «Hay que reducir la factura de salud procedente de los tóxicos»

Miquel Porta: «Hay que reducir la factura de salud procedente de los tóxicos»

La cantidad ingente de información que el doctor en Medicina y Máster en Salud Pública maneja sobre biomonitorización humana de contaminantes ambientales y sus efectos en la salud puede resultar abrumadora, pero gracias a su capacidad divulgativa hace que resulte atractiva y que «cale» el mensaje. Porque como él afirma, «los cambios que promovemos todos son los que se quedan».

En su libro «Vive más y vive mejor» (Grijalbo) ofrece las claves de la reducción de tóxicos ambientales sin obsesionarse. ¿Cuál es la clave?

Creo que en la vida se puede disfrutar de muchas cosas buenas, que nos da el progreso material y, a la vez que reconoces las ventajas que te da la parte de la química artificial, hay que intentar disminuir la factura que nos cobra en términos de enfermedad. Por ello, es absurdo decir que toda la química artificial es negativa, que no tiene inconveniente.

Y, ¿cómo encontramos ese necesario equilibrio entre progreso y factura?

Es algo perfectamente compatible y mucha gente ya lo está haciendo. En el libro doy numerosos ejemplos de personas y empresas que están ello. L’Óreal, Nestlé, Goretex, Nike… empresas de conservas, de alimentación… Lo vemos cada día, muchas instituciones, organizaciones ciudadanas… están trabajando en esto. Se puso de moda gracias a un documental el supermercado cooperativa en Brooklyn. Constantemente se ven iniciativas porque la gente dice que puede vivir alegremente y evitar una parte de la enfermedad.

Hoy, parece que esta actitud es una moda, ¿habrá venido para quedarse?

Es nuestra obligación hacerlo. Resulta mejor y más divertido juntarse con gente que quiere cambiar las cosas. Un ejemplo es el esfuerzo que se pone en mejorar los comedores de las escuelas, ¿están locos o histéricos? Para nada. Sabemos perfectamente que en los comedores fuera del hogar, en centros de trabajo, residencias, hospitales, se puede comer mejor.

Entonces, ¿los cambios surgen desde muchos agentes?

A veces se presenta la dicotomía falsa de yo solo contra el Estado o contra las perversas multinacionales. Y esto no es verdad, porque hay supermercados que buscan si la comida ecológica tiene salida. No se trata de «campesinos revolucionarios», sino de buscar si hay «nicho». Sabemos que en las culturas centroeuropeas esta agricultura es más popular.

Otra de las batallas es el plástico y la reducción de su uso. El mensaje cala cada vez más, ¿cierto?

Hoy el individuo va intentando evitar este compuesto en los restaurantes, en los empaquetados de los supermercados, en muchas esferas… porque muchos disruptores endocrinos migran del plástico al agua. Para mí, es un signo de educación que haya un jarrón de agua del grifo. En cualquier acto público, se trata de contagiar una acción de forma cotidiana.

Todo ello se traduce en resultados a corto y medio plazo. ¿Cuál es el mejor ejemplo?

Sin duda, la eliminación del plomo. Hace 30 años el 90% de los bebés nacían con altos niveles de plomo, hoy apenas un 6%. En 1986, 193 países comercializaban gasolina con plomo, hoy sólo tres. Y hay muchos trabajos e investigaciones exhaustivas que demuestran que el plomo afectaba a los niveles de agresividad, al enlentecimiento de la mente… y cómo la supresión del elemento, gracias a cambios en EE UU nacidos de movilizaciones entre investigadores e instituciones, ha conseguido generaciones en los que se han dado grandes avances. ¿Casuística directa? No hay que ser simplista, pero los análisis y los resultados están ahí: muchos países han eliminado la pena de muerte, se ha reducido la mortalidad infantil, ha aumentado la alfabetización…

El investigador, como el médico, ¿tiene que dar ejemplo?

Muchas veces el investigador va por detrás del ciudadano. Va más lento. Lo veo en el instituto donde grandes mentes calientan el «tupper» de plástico en el microondas, por ejemplo.

En la actualidad, tenemos una generación de mayores que llega a los 90 años. ¿Se benefician de esa combinación de las ventajas de la química y una menor exposición a la misma?

Totalmente. Ha sido una población que ha vivido de forma más austera, empezaron a comer fuera de casa tarde, no como las actuales. Su exposición fue menor en todos los ámbitos y eso queda reflejado en su organismo.

 

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