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Los niños expuestos a contaminación ambiental sufren mayor riesgo de obesidad y pubertad precoz
Quinientas familias del área sanitaria avilesina participan desde 2004 en un estudio sobre los efectos de la polución en la salud infantil.
La contaminación ambiental química por compuestos orgánicos persistentes o ‘cops’ puede producir en los niños obesidad, diabetes, problemas de aprendizaje así como afectar a los órganos reproductores. En este último caso, puede causar una pubertad precoz en las niñas e impedir el descenso testicular en los varones. Estas son las principales conclusiones a las que, por el momento, ha llegado el equipo de investigación del proyecto Cohorte Infancia y Medioambiente, Inma Asturias, que desde 2004 estudia los efectos de las contaminaciones atmosférica y ambiental en la salud de quinientos niños del Área Sanitaria III.
«Hasta ahora, hemos investigado cómo la contaminación atmosférica, es decir, el humo que sube al aire, las partículas en suspensión, óxidos de nitrógeno y azufre, influye en el desarrollo respiratorio de los niños. Y hemos constatado que a peor calidad del aire se detecta un incremento de las infecciones respiratorias de repetición antes de los 2 años de edad. Ahora, estamos con la contaminación ambiental, que está en las cosas que nos rodean, en el polvo, los limpiadores, los plásticos y es mucho más peligrosa porque no se ve», explica la doctora Adonina Tardón, jefa del Área de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Oviedo. La doctora Tardón dirige este estudio que forma parte, a su vez, del programa de investigación en epidemiología y prevención en salud ambiental y laboral, Ciberesp.
«Empezamos en 2004, estudiando primero a quinientas mujeres embarazadas del Área III y constatamos cómo durante el embarazo las madres transmiten estos elementos contaminantes a sus hijos. Después cuando los niños nacieron, continuamos estudiando la presencia y efectos que estas sustancias tienen en el organismo infantil», explica Adonina Tardón.
• ¿Qué son los ‘cops’?
Los pesticidas organoclorados, los insecticidas, los plásticos en degradación, los aislantes, los fenoles presentes en productos cosméticos y de higiene son las principales fuentes de los ‘cops’ o ‘contaminantes orgánicos persistentes’. Se trata de una amplio conjunto de compuestos químicos de origen industrial caracterizados por su resistencia a la degradación. Estas sustancias empezaron a utilizarse a mediados del siglo XX como pesticidas, es el caso de insecticidas como el DDT, fungicidas y aislantes, como los bifenilos policlorados. También son fruto de ciertos procesos de combustión y fabricación.
Dadas sus características físicoquímicas, estos compuestos afectan a ecosistemas y organismos de todo el planeta. De este modo, pasan a formar parte de nuestra dieta y acaban almacenándose en la grasa de nuestro organismo.
• Disruptores químicos
Estas sustancias pueden afectar gravemente a la salud por su acción como disruptores endocrinos, es decir, «químicamente funcionan como una hormona, así que nuestro organismo los confunde y con ello provoca esa disrupción o alteración del sistema endocrino pudiendo causar graves perjuicios para la salud», explica la doctora Tardón.
La persistencia de estos compuestos en el organismo plantea uno de los mayores problemas. «Estos contaminantes se heredan. Al depositarse en los tejidos, pasan de madres a hijos, generación tras generación», señala la investigadora.
Por ejemplo, durante el estudio de las mujeres embarazadas de la Cohorte Inma, se constató que el 100% de las gestantes presentaban niveles en su sangre de plaguicidas e insecticidas como el DDT y que todas ellas transmitieron esa ‘herencia’ química a su hijo a través de la placenta y del cordón umbilical. «Este dato es un claro ejemplo de la persistencia de estos compuestos . El insecticida DDT dejó de usarse mucho antes del nacimiento de estas mujeres y, aunque ellas no mantuvieron un contacto directo con la sustancia, ésta estaba presente en su cuerpo. Por lo tanto, entendemos que lo heredaron de sus madres y ahora ellas se lo transmiten a sus hijos».
Otra importante observación de este estudio apunta a que las mujeres embarazadas deben llevar una buena alimentación durante la gestación, pero no ponerse a dieta para perder peso. «Las dietas deben realizarse antes o después del embarazo, pero no durante la gestación. Los ‘cops’ se almacenan en nuestra grasa, así que si adelgazamos y perdemos tejido graso los contaminantes pasarán a la sangre y a mayor concentración en sangre, mayor transmisión de estas sustancias al feto», explica Adonina Tardón.
Los datos obtenidos por los investigadores de Inma sobre los efectos de los disruptores endocrinos en la salud de los niños constataron la relación de esta sustancias con el desarrollo de sobrepeso y obesidad en los pequeños. «El 30% de los quinientos niños de nuestro estudio presentaron sobrepeso u obesidad. Y de estos, un 20%, además, ya mostraban factores de riesgo de problema cardiovascular como triglicéridos y colesterol», afirma la doctora Tardón.
«Un niño con obesidad multiplica por 2,44 su riesgo de tener en un futuro problemas cardiovasculares, por eso derivamos a estos niños son atendidos por pediatras del Hospital San Agustín que realizan una generosa y gran labor», añade la investigadora.
FUENTE: El Comercio