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Un plastificador 'vuelve locos' a los genes del desarrollo testicular
Se llama ftalato y es una sustancia química que se añade a los plásticos para dotarlos de flexibilidad.
Está «prácticamente en todos sitios», según explica el investigador del Centro de Investigaciones Biológicas (organismo dependiente del CSIC) Jesús del Mazo. Este científico es el principal autor de un estudio publicado en ‘Reproductive Toxicology’, que ha demostrado, de momento sólo en ratones, que la exposición a esta sustancia y a otro contaminante menos común en España llamado zearalenona, genera huellas de desregulación génica en varios genes involucrados en la reproducción, entre otros procesos.
Tanto el ftalato como la zearalenona son sustancias pertenecientes al grupo de los llamados disruptores endocrinos que, desde hace tiempo, se sospecha que están relacionados con la calidad del semen de los humanos, entre otros problemas de salud. Entonces, ¿qué tiene de nuevo el trabajo de del Mazo? Según explica el investigador, el estudio ha buscado los mecanismos de acción por los que estos disruptores endocrinos pueden afectar al sistema reproductivo. «Hemos estudiado si diversos tipos de disruptores endocrinos actúan de forma diferente y su relación con la dosis de exposición, entre otros aspectos», subraya.
En concreto, los dos disruptores endocrinos anteriormente señalados producían alteraciones específicas en la firma genética de los animales. Estas alteraciones pueden inducir un desequilibrio en los programas de expresión genética involucrados en el correcto desarrollo testicular y en la génesis del esperma, que podría ser transmitido a la descendencia masculina en un proceso epigenético.
Además, los investigadores demostraron que estos contaminantes generan las huellas de desregulación génica «independientes de la dosis o del momento del desarrollo en el que se produjo la exposición». De hecho, el efecto se ha visto incluso en descendientes de madres que sólo estuvieron expuestas en el periodo previo a la concepción.
Del Mazo explica, además, que «entre las rutas funcionales reconocidas de los genes desregulados la principal es la asociada al cáncer y a los desórdenes del sistema reproductivo».
Respecto a la pregunta del millón, es decir, si estos resultados pueden extrapolarse a humanos, el investigador no lo afirma rotundamente pero, según explica, «en estudios toxicológicos se aplica un factor metabólico para comparar dosis en humano y en ratón y, si bien las dosis de exposición empleadas son más altas que las habituales en poblaciones humanas, algunos casos registrados de exposición humana están en el mismo rango que las usadas en nuestros experimentos».
Del Mazo especifica cuáles son esos casos: «Para zearalenona, en cereales contaminados en África y transformados en cerveza; para ftalato, en registros de neonatos de cuidados intensivos con múltiples intubaciones». Es precisamente respecto a este último compuesto sobre el que el investigador advierte: «Los ftalatos están prácticamente en todos los sitios: aguas, suelos, alimentos… son difíciles de excluir hoy por hoy, aunque sus niveles suelen ser relativamente bajos».
Fuente: elmundo.es