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¿Sabe cuánto plástico come?

¿Sabe cuánto plástico come?

Madrid, 6 de octubre

Evítelo en el microondas, beba agua del grifo y no abuse de crustáceos y moluscos. Aun así, el menú se llena de ‘pseudoplancton’

Leal

Dice Carlos de Prada, presidente del Fondo para la Defensa de la Salud Ambiental (Fodesam) e impulsor de la iniciativa Hogar sin Tóxicos, que no le gusta asustar ni alertar en exceso a la gente, pero una charla con él sobre el problema que el plástico supone ya para nuestra salud causa bastante alarma en el oyente. «Los datos están ahí. La contaminación de los océanos por este motivo es muy preocupante pues es la vía más importante por la cual nos están llegando las sustancias tóxicas que contienen estos materiales. Fíjate, en 1950 se produjeron 1,5 millones de toneladas de plástico, en 2015 ya fueron 311 millones y se espera que para 2050 la producción alcance los 1.800 millones. Si ahora mismo tenemos este problema, sobre todo en mares cerrados como el Mediterráneo, imagínate lo que nos viene».

Habla de ese ‘pseudoplancton‘ sintético que ingieren peces y mamíferos marinos, incapaces de distinguir los microplásticos del auténtico plancton, pasando así a nuestra cadena alimentaria. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), son al menos 220 las especies –lubinas, sardinas, atunes…– que ingieren estas partículas. Pueden ser minúsculas, a veces de solo una millonésima parte de un milímetro, «así que serán muchas más las especies que se las comen, aunque como no se han hecho estudios científicos no podemos afirmarlo», dice De Prada.

 Señala que suele hablarse de este grave asunto desde el punto de vista del problema físico que supone, «cuando encontramos una ballena con el estómago lleno de plásticos, también tortugas, focas o aves marinas». Los microplásticos no son tan visibles, pero ahí están, y de hecho, se han encontrado ya en las heces humanas, producto de la ingesta de esos peces. Aun así, insiste el experto, esa es la parte visible, por decirlo de alguna manera, pero está la otra, más preocupante: «la contaminación química que producen estos plásticos, que aunque parecen inertes, no lo son».

LOS DATOS

  • 8 millones de toneladas de plástico se vierten cada año al océano, con infinidad de sustancias tóxicas entre sus componentes, muchas de ellas alteradores hormonales que suponen un riesgo para la salud.

  • 1.800 millones de toneladas de plástico se espera que se produzcan en 2050, cuando habrá más material de este tipo en los océanos que peces. En 2014 se produjeron 311 millones de toneladas, mientras que en 1964 fueron solo 1,5 millones.

  • 220 especies de peces ingieren microplástico de forma comprobada, según la FAO. Esta ingesta en la mayor parte de los organismos marinos es una realidad. Estudios científicos documentan su presencia en lubinas, atunes, sardinas…

  • 400 productos químicos llegan a estar presentes en los plásticos, según la Agencia Europea de Productos Químicos (ECHA). Entre ellos, ftalatos, retardantes de llama, metales pesados, biocidas, parafinas cloradas… Algunos pueden causar alteraciones hormonales en nuestro organismo, incluso a dosis muy bajas, y causar problemas de salud incluso muchos años después.

  • 1 milímetro es lo que miden los microplásticos más grandes, y pueden fragmentarse en el agua en nanopartículas de hasta la millonésima parte de ese tamaño. De ese modo, aumentan exponencialmente su superficie relativa, con lo que se dispara la superficie desde la que liberan sustancias tóxicas. Además, pueden convertirse en vectores de captación de contaminantes químicos de vertidos que llegan al mar por ríos, alcantarillados y desagües.

«Están llenos de sustancias químicas muy complejas –explica– y no sabes ni lo que llevan, porque el de los plásticos no es un sector que se caracterice precisamente por su transparencia a la hora de informar». Entre ellas, destaca, se encuentran ftalatos, retardantes de llama, metales pesados, biocidas, parafinas cloradas… «Que pueden tener efectos de alteración hormonal en nuestro organismo, incluso a dosis muy bajas, y causar problemas de salud muchos años después».

Preocupante es cuando habla de las «sustituciones lamentables»: «Cuando se prohíbe un material, como el bisfenol A, las empresas lo sustituyen por otro del que no se han estudiado bien sus efectos, con lo que ese relevo puede llevarnos a algo mejor, a algo igual de malo, o incluso a algo peor».

De Prada acaba de organizar la jornada ‘Comiendo sin plásticos’, donde han participado una docena de expertos en diferentes disciplinas. Es el caso de Ethel Eljarrat, doctora en Química y miembro del Instituto de Evaluación Ambiental e Investigación del Agua del Centro Superior de Investigaciones Científicas (IDEA-CSIC) en Barcelona. Confirma que los plásticos están distribuidos ya por todos los mares y océanos de nuestro planeta, «tanto en la superficie como en la columna de agua, y en el fondo marino, lo que conlleva que prácticamente todos los animales marinos pueden estar expuestos a su ingesta». Y evidentemente, los seres humanos también, algo que puede producirse por dos vías: el aire que respiramos y lo que comemos y bebemos. «Hay estudios que confirman que consumimos aproximadamente unas 125.000 partículas de microplásticos al año. Otros han demostrado su presencia en nuestras heces, unas 50 de estas partículas por cada 10 gramos de excrementos».

La tarjeta de crédito

En su grupo de investigación han estudiado mamíferos marinos como ballenas y delfines, peces como merluzas y sardinas, y también tortugas. «Los resultados obtenidos en mamíferos marinos nos sirven para predecir lo que probablemente ocurra en otros mamíferos, como nosotros. En una de nuestras recientes investigaciones, evaluamos la distribución de plastificantes organofosforados en diferentes tejidos. Observamos que estos contaminantes tienen una gran capacidad para acumularse en el cerebro de los delfines. Dado que algunos de estos compuestos son neurotóxicos, este hallazgo es preocupante y pensamos que algo similar puede estar ocurriendo en el cerebro humano. Otros estudios nos han permitido identificar qué contaminantes son capaces de ser transferidos de la madre al feto vía la placenta, y esto podría ser también extrapolado».

Todos nos acordamos de esa equivalencia que hizo la WWF de que semanalmente nos estamos comiendo tanto plástico como el de una tarjeta de crédito. Según esta organización medioambiental, la fuente más importante es el agua, tanto embotellada como del grifo, con grandes variaciones regionales, como las que reflejan que Estados Unidos o India duplican la cantidad de plástico en el agua en comparación con Europa o Indonesia. Y que de los productos consumibles estudiados, aquellos con mayor cantidad son los mariscos, la cerveza y la sal. Ethel Eljarrat explica si se puede hacer algo para evitarlo.

– ¿Podemos cambiar nuestros hábitos para reducir el consumo de microplásticos?

– Lamentablemente, estamos rodeados de ellos. Las vías de exposición son el aire que respiramos y lo que comemos y bebemos. ¡Y no podemos vivir sin respirar y sin alimentarnos! La principal solución radica en reducir los niveles de contaminación por plástico, y esto solo se puede lograr con una reducción en el consumo de este material.

– ¿Alguna solución puntual?

– Beber agua del grifo en lugar de agua embotellada: algunos estudios parecen indicar que la cantidad de microplásticos en agua de botella es unas 25 veces superior a la del grifo. También reducir o evitar el consumo de crustáceos y moluscos: normalmente estas partículas se acumulan en el sistema digestivo. Cuando comemos un pescado, no ingerimos esta parte porque la quitamos; sin embargo, con crustáceos y moluscos comemos la pieza entera.

En el microondas

De Prada apunta otra recomendación, como la de evitar calentar en el microondas la comida preparada envasada en bandeja de plástico y cuyas instrucciones indican que basta con levantar un poco el film superior y meterlo tal cual. Mejor poner el contenido en un plato: «Porque cuando calientas el plástico es mucho más fácil que sus componentes químicos pasen a la comida».

–¿Sería posible concluir que si tardan tanto en degradarse en el medio ambiente podría ser que entraran y salieran de nuestro organismo sin dejar demasiada huella?

Ethel Eljarrat: No hay datos suficientes para determinar si, una vez en nuestro organismo, los microplásticos se eliminan o no. Parece ser que al menos una parte se va con las heces. Sin embargo, aunque entraran y salieran, eso no significaría que no puedan estar causando un efecto tóxico por esos aditivos químicos asociados. Y ahí sí existen evidencias de que no son eliminados.

 

Fuente: Grupo Vocento