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Plásticos a la deriva: los interrogantes del modelo de reciclaje español
Crees que reciclas; que lo que tiras al contenedor amarillo se convierte en otra botella o en otro envase. Lo cierto es que millones de toneladas han entrado en las cargas de los barcos y, desde los muelles, han terminado en China, según han denunciado diferentes organizaciones ecologistas. De esta forma, los plásticos acaban en la otra punta del globo, no reciclados, sino simplemente apartados, ensuciando otro rincón del planeta.
El tráfico de basura reciclable ha sido inmenso; se trata de un negocio desde que comenzó en la década de los 80. En aquella época China necesitaba materias primas secundarias —como cartón, chatarra o plástico usados— con las que fabricar sus mercancías y tenía una mano de obra muy barata a la que ponía a escarbar para rescatar lo que valía. Mientras, las sociedades ricas se sacaban los desperdicios de sus fronteras. Porque no solo enviamos material de calidad; colamos los residuos sucios o inservibles.
Encima de las motocicletas, arrastrando bolsas de supermercados en los que jamás han entrado, los ciudadanos chinos han trasladado montañas de refrescos aplastados. Una reportera de SkyNews encontró en 2007 correspondencia de una familia de Sevenoaks, un pequeño pueblo de Inglaterra, en Lian Jiao, una ciudad del sur de China. La reportera la recogió, volvió a Londres y llamó a su puerta. Esto que crees que se recicla en el país lo he encontrado en Lian Jiao.
A esa gente le pagaban 60 euros al mes. Morían de enfermedades pulmonares al respirar humo tóxico que salía del plástico que quemaban para obtener la resina. Sus ríos siguen grises de la contaminación.
«Lo que te han vendido como reciclaje de plástico no existe. En el mejor de los casos, un plástico se convertirá en parte de un felpudo, una camiseta o un trasto de mala calidad fabricado en países con cuestionables condiciones laborales. Eso es retrasar su llegada a la basura. No se está frenando el número de envases que se pone en el mercado. El sistema ha sido diseñado por la industria para perpetuar el ritmo de usar y tirar”, sostiene Manuel Maqueda, fundador de El Plástico Mata, asociación que reclama la reducción del uso de plásticos. El ambientólogo Alberto Vizcaíno también apunta que solo un porcentaje insignificante vuelve a ser un envase. Y cada vez hay más envases.
Manuel Maqueda: «En el mejor de los casos, un plástico se convertirá en parte de un felpudo, una camiseta o un trasto de mala calidad fabricado en países con cuestionables condiciones laborales»
Precisamente en China el pasado 1 de enero entraba en vigor una ley que prohíbe que a su tierra lleguen veinticuatro tipos de residuos sólidos. Ahora, preocupada por un medio ambiente que agoniza y la salud del país, el país veta la importación de desechos textiles, el papel sin clasificar y plásticos de mala calidad: «No es que China deje de comprar material reciclable —precisa Victoria Ferrer, del Gremi de Recuperació de Catalunya—, a lo que ha dicho que no es a importar lo que venían siendo desperdicios».
Sin el principal patio trasero, cabeceras como The New York Times hablan de crisis con países como Canadá, Irlanda, Alemania o Reino Unido con casos de acumulación de plásticos y con ciudades portuarias como Hong Kong colapsadas de basura. En 2016, China absorbió 7,3 millones de toneladas de los residuos sólidos de todo el mundo. Eso suponía el 55,3% de todas las exportaciones, según la base de datos estadísticos sobre el comercio de mercancías (Comtrade). En menor porcentaje, también nos hemos dedicado a enviar a Vietnam, Malasia, India o Indonesia.
La imagen de preocupación la reflejó Theresa May, primera ministra de Reino Unido, cuando salió a pedir a supermercados que pusieran pasillos libres de plásticos donde la comida se venda a granel.
Pero en España, ¿qué?
UN CESE, UNA GESTORA Y CONTROVERTIDOS CONTENEDORES
En 2016, las empresas españolas ingresaron unos 32 millones de euros por mandar 138.417,70 toneladas de plásticos a China, según publica Comtrade. España no es el país que más envía, pero nuestro reciclaje despierta algunas dudas: aquí Ecoembes es la entidad que cuenta con el monopolio de los reciclajes de plástico. Su imagen es verde, sí, pero detrás se encuentra toda la industria de envases, según detalla la propia información de la organización.
Ecoembes cuenta con 12.320 empresas adheridas. De estas, 60 se encuentran en su Junta de accionistas, y entre ellas se hallan compañías como Nestle, Campofrío, Danone, Bimbo, Nueva Pescanova, Johnson’s Wax Española o Anfabra (Asociación Nacional de Fabricantes de Bebidas Refrescantes que aglutina a Coca Cola, Redbull, Pepsico o Solan de Cabras).
El grupo de envasadores conforma el 60% de accionariado de Ecoembes. Otro 20% del poder lo poseen cadenas de supermercados como El Corte Inglés, Mercadona, Carrefour, Día o Alcampo. El 20% restante, asociaciones de reciclaje de materias primas y productores como Tetra Pak o Cicloplast.
Julio Barea: «No es lo mismo un brik que un envoltorio, pero nosotros vertemos todos juntos a un mismo contenedor. Lo que se recupera de allí no es de muy buena calidad»
Hace años, la UE establecía un principio llamado «responsabilidad ampliada del productor», según el cual quienes ponen envases deben asumir los costes ambientales, económicos y sociales que acarrean. Fue así como todas estas corporaciones se unieron en España para despejar el problema del plástico, y lo hicieron a través de un sistema que aparentemente no optimiza la discriminación de materiales: «Existen 8.000 tipos de plásticos», explica Julio Barea, de Greenpeace. «No es lo mismo un brik que un envoltorio, pero nosotros vertemos todos juntos a un mismo contenedor. Lo que se recupera de allí no es de muy buena calidad».
A Ecoembes hay comunidades autónomas que le han intentado declarar la guerra; le critican que no está claro que sufrague los costes. En Valencia, por ejemplo, se ha intentado implantar un sistema llamado SDDR (Sistema de Sistema de Depósito, Devolución y Retorno de envases) que tienen países como Alemania para complementar a los contenedores. Este sistema consiste en pagar unos céntimos más por el envase que luego recuperas cuando lo devuelves a unas máquinas específicas. Greenpeace valora que habría una motivación —ganarse de vuelta esos céntimos— para retornar el envase. “Además de que se separarían los plásticos”, dice Barea. La lata del envoltorio.
Desde Ecoembes se opusieron férreamente a esta medida. La organización insiste en que es ilegal porque la ley no lo contempla, en que la hostelería se verá obligada a recoger y devolver las latas de los clientes y que los supermercados deberán asumir los costes para poner las máquinas de depósito. Asucova, que engloba a supermercados como Consum o Mercadona, fue una de las asociaciones que encabezaron el rechazo.
Hace escasas semanas, Julià Álvaro, ex secretario autonómico de Medio Ambiente en el Consell que encabezaba la lucha por el SDDR desde hace más de un año, era destituido. La decisión del cese dependía de la Conselleria de Medio Ambiente que dirige Elena Cebrián. Desde hace meses —según indica a El Salto Equo— había una tensión interna entre Cebrián y Álvaro relativa al sistema de reciclaje. Al secretario se le conoce también porque paralizó Puerto Mediterráneo, un megacomplejo comercial del potente promotor Intu-Eurofund que planeaba construir en Paterna, en los alrededores de Valencia.
Aunque desde la Generalitat Valenciana han insistido en que no existe relación, que no se descarta y que se trata de una nueva etapa que busca “dar un nuevo impulso político a asuntos como el cambio climático”, Equo declara que el cese se debe a presiones de la industria; en particular, la de los envases. Julià Álvaro, el exsecretario comunicó a este diario que no quiere hacer declaraciones.
El SDDR no solo levantó ampollas en la empresa gestora; también entre representantes municipales que pedían que se estudiara los costes. No obstante, al menos, el debate estaba ahí.
NOS AHOGAMOS EN PLÁSTICO Y LO ESTÁS PAGANDO TÚ
Julià explicaba que en Valencia se generan siete millones de envases al día. De esos siete, solo dos acaban en el contenedor amarillo. Otros cinco millones se quedan en plazas, montañas y playas. «Eso lo gestiona el ayuntamiento con la tasa de basura que pagan los ciudadanos”, esgrimía Julià Álvaro, dos días antes de su cese.
Ecoembes solo responde económicamente por los plásticos que terminan en el contenedor amarillo. A los ayuntamientos, que se encargan de todo el servicio de recogida de basura, les sufraga el gasto simplemente relativo al contenedor. Así que de cinco millones de envases en Valencia, esparcidos por parques y playas, no se está haciendo cargo, según el exsecretario de Medio Ambiente. Pasa igual en Asturias, Aragón, Catalunya o Baleares. Todas las comunidades.
En Valencia se generan siete millones de envases al día. De esos siete, solo dos acaban en el contenedor amarillo. Otros cinco millones se quedan en plazas, montañas y playas
Hay otras voces críticas que enfatizan además que los ciudadanos pagan doble. Ecoembes ingresa dinero de lo que aportan las empresas adheridas por generar un envase. Por poner una botella de agua de litro en el mercado, el productor paga un céntimo. «Esta cantidad va destinada a hacer posible que esa botella se recicle adecuadamente y se convierta en nueva materia prima», precisa Ecoembes a El Salto en un email.
ONG como Amigos de la Tierra manifiestan que ese céntimo lo acaba asumiendo el consumidor en el precio final. A Ecoembes, con un presupuesto de 477 millones de euros en 2016, le quedaría entonces dinero para publicitarse y patrocinar secciones de medio ambiente en distintas cabeceras, entre las que se encuentra El País. «Ecoembes —señalaba Álvaro— no es un negocio en sí [es una sociedad sin ánimo de lucro]. Actúa como el otro brazo de la industria para influir». Presiona para que nada del sistema cambie, focaliza la atención en que echemos los plásticos al contenedor amarillo y olvida que antes existen dos R. Sostiene su modelo basado en usar y tirar.
Mientras, Ecoembes apoya otras alternativas que no sean el SDDR. Apuesta por el Pago por Generación, es decir, penalizar más a quien vierta más basura al contenedor gris. El procedimiento implicaría lectores de tarjeta para abrir este contenedor específicamente —ya que es el que no se recicla— y se mediría el peso de la bolsa de basura. Cada ciudadano pagaría por la basura que genera, como la luz o el agua. La organización opina que la gente, para ahorrarse gastos, se preocuparía por echar cada cosa a su cubo.
Aunque es una opción, los ecologistas enfatizan que no resuelve el hecho de que diferentes tipos de plásticos acaben en un mismo contenedor, ni asegura el fin de aquellos que se dejen olvidados en las calles.
Una investigación de The Guardian reveló que cada minuto se compran en todo el mundo un millón de botellas de plástico y que la cifra incrementará un 20% en 2021. Menos de la mitad de las que se pusieron a la venta en 2016 se recolectaron y solo un 7% de las recuperadas fueron nuevas botellas otra vez. «La mayoría terminan en vertederos o en el océano», escribía la cabecera británica.
«¿Por qué no empezamos a hablar de rechazo? Habrá una generación que no conozca un mar sin plásticos. Es contaminación y es una forma de la industria de imponer las cantidades que debes comprar. ¿Por qué no puedo comprar champú, macarrones o distintas comidas a granel? Cada marca envasando está decidiendo tu consumo», arroja Maqueda, de El Plástico Mata.
¿Por qué no?
FUENTE: El Salto